Los funcionarios y el sabio Salomón

Rafael Chaljub Mejìa

Dice el sabio Salomón que en muchas palabras no falta el pecado. Un consejo valioso y un llamado implícito a la discreción y a la prudencia en la administración de la palabra.

Parece que aquí no le hicimos caso a Salomón y la indiscreción y la abundancia en el hablar se convirtieron en norma.

Hasta la propia iglesia se olvidó del autor de los proverbios. Recuerdo lo que una vez le oí decir al nuncio Balderi, en una visita que a solicitud del nuncio hicimos el recordado Francisco Antonio Santos y yo a la Nunciatura.

Santos y yo asistimos a nombre de una coalición de grupos progresistas que, para las elecciones de 1994, postulaba a un sacerdote como candidato a la Presidencia. Balderi nos recomendó dejar tranquilos a los sacerdotes y allí mismo se quejó de lo mucho que hablaba de política la iglesia dominicana.

“A diferencia de lo que pasa en Europa, por acá, los sacerdotes y los obispos hablan tanto de política como los mismos políticos”, dijo el nuncio.

El hablar mucho es un hábito demasiado arraigado entre nosotros y eso es tan grave que a veces la indiscreción ha cambiado para mal el curso de nuestra historia.

La Guerra de Restauración fracasó en febrero de 1863, porque cuando un soldado español saludo con un: “Qué tal paisano”, al restaurador Norberto Torres, este se olvidó de Salomón y contestó: “Paisano yo de usted, dentro de cinco días, ustedes los españoles sabrán lo que les espera”. Las consecuencias fueron graves y hubo que empezar de nuevo y recomponerlo todo.

Es raro el hombre público, de oposición o del gobierno, de izquierda o de derecha, que resista la tentación de las cámaras y los micrófonos y permanezca callado. Todo el mundo quiere opinar sobre todo, cada uno con la receta mágica en las manos y la solución de última instancia a cualquier problema.

Un mal general. Éramos diez millones de ignorantes del covid-19, sonó ese nombre por primera vez y al día siguiente ya éramos once millones de expertos en covid-19.

Peor aún cuando se trata de funcionarios públicos. Al margen de la cautela y la discreción que le imponen sus funciones, todos quieren ser parte del espectáculo.

Por eso, algunos de los más incómodos momentos del actual gobierno, han sido provocados por declaraciones, a veces innecesarias, de algún alto funcionario, que se olvida de la representación que ostenta y sobre todo, del consejo del sabio Salomón.

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