La muerte de la juez Bader Ginsburg desata batalla política titánica en EU

Si los republicanos nombran de inmediato al sucesor, consolidarán su control sobre la Suprema Corte

David Brooks, Corresponsal La Jornada

Nueva York.- Las últimas palabras que quería difundir al público la juez suprema Ruth Bader Ginsburg antes de fallecer el viernes eran: Mi deseo más ferviente es no ser remplazada hasta que sea instalado un nuevo presidente. Sabía de las enormes consecuencias políticas para el país que podrían resultar de su muerte.

Pero el presidente y el liderazgo republicano esperaron sólo unas horas antes de ignorar este último deseo al anunciar que lo antes posible nombrarán a su sustituto. Si logran ratificarlo, eso consolidará el control derechista de la Suprema Corte y con ello sellar el legado más duradero (el puesto es vitalicio) del gobierno de Donald Trump.

En esta pugna sobre la Suprema Corte están en juego los derechos y libertades civiles, y los magnos asuntos del derecho de las mujeres a controlar sus cuerpos, el derecho al voto y hasta la última palabra en quién ganó una elección (como fue el caso en 2000 y podría repetirse este año); también la inmigración (una de las decisiones recientes de Bader Ginsburg fue salvar la orden para prevenir la deportación de los llamados dreamers), el sistema de justicia criminal, los derechos de personas homosexuales, entre otras.

Si los republicanos logran instalar a un juez conservador, el equilibrio de la Suprema Corte estará controlado por una mayoría derechista de cinco jueces, más el jefe de ese máximo tribunal, el conservador moderado John Roberts, contra sólo tres liberales. Así, la derecha podrá cumplir sus sueños de revertir una serie de fallos –como el derecho al aborto, entre otros– e impulsar una reforma ultraconservadora legal que podría durar años, si no es que décadas.

Por ello, la muerte de Ginsburg detonó de inmediato una batalla política titánica en Estados Unidos y se convirtió en un asunto central en la elección, ya que sus implicaciones podrían transformar el panorama legal y político del país.

Ofensiva republicana

El liderazgo republicano no dudó en tomar la ofensiva de inmediato. El líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, cuya misión central era instalar el mayor número de jueces federales conservadores durante esta presidencia, declaró, pocas horas después de la muerte de la juez, que el nominado por Trump para el puesto recibirá un voto ante el pleno del Senado, y aunque no fue explícito, indicó que deseaba ratificar a un nuevo juez antes de la elección.

Trump afirmó ayer que presentará un nombramiento sin demora, tal vez la próxima semana.

Aun si no logran ratificar a un nuevo juez en los 44 días que quedan antes de la elección del 3 de noviembre (en promedio, los procesos de ratificación de jueces han sido de 70 días), podrán hacerlo en una sesión posterior a la elección federal, pero antes de que se instale un nuevo Senado o el ganador de la elección presidencial en enero.

Es decir, es posible que Trump pierda o que los republicanos pierdan su mayoría en el Senado, o ambas cosas, y aún pueden instalar a un nuevo juez supremo.

Los republicanos, por ahora, gozan de una mayoría de 53 contra 47 en el Senado, donde sólo se requiere mayoría simple para ratificar a un nuevo juez. Pero aunque McConnell parece no tener dudas sobre proceder de inmediato, aún no se sabe si puede contar con todos los votos de su bancada. Si sólo tres republicanos rehúsan participar, pueden obstaculizar, junto con los demócratas, la ratificación.

Por ahora, el senador republicano Mitt Romney, enemigo político del presidente, ha dicho que no votará para ratificar a un juez antes de la toma de posesión del próximo presidente en enero. La senadora por Alaska Lisa Murkowski ya había dicho eso aun antes de anunciarse la muerte de Bader Ginsburg. Otro par de republicanos han indicado que harían lo mismo. Toda la atención estará en si McConnell logra mantener la disciplina en sus filas.

Complicando los cálculos un poco más, el candidato demócrata al Senado Mark Kelly, si es que gana contra su contrincante republicana en una elección especial para la curul vacante del senador republicano John McCain, podría sumarse a la cámara alta el 30 de noviembre.

Por ello, los demócratas y otros ya están acusando a los republicanos de hipócritas, ya que McConnell y sus compañeros rehusaron considerar la ratificación de un candidato promovido por Barack Obama en 2016, argumentando que sólo faltaban ocho meses antes de la elección federal y por lo tanto lo correcto era esperar hasta después. Varios republicanos en ese tiempo reiteraron su oposición a proceder a una ratificación de un candidato al tribunal máximo del país en un año electoral.

Pero si el liderazgo republicano logra su sueño al subordinar a toda su bancada y ratifican la propuesta de Trump –es probable que sea una mujer– los demócratas no podrán descarrilar el proceso por ahora. Y si logran ganar la presidencia y el control del Senado –algo que es posible– en la próxima elección, algunos legisladores y expertos ya están señalando que una opción es ampliar el número de jueces en la Suprema Corte –ya que la cantidad no está determinada por la Constitución, sino por un estatuto aprobado por el Congreso– y proceder a nombrar y ratificarlos.

Por ahora, la pugna política en torno a la Suprema Corte también será usada por candidatos de ambos partidos para tratar de motivar a sus bases por las implicaciones extremas.

Bader Ginsburg –quien murió a los 87 años y que fue nombrada a ese puesto por Bill Clinton hace 20 años– ha sido el ancla liberal del tribunal y tal vez su estrella más prominente en tiempos recientes. Los próximos días estarán repletos de actos de conmemoración y honra a una de las integrantes más destacadas de la Suprema Corte, quien antes fue una extraordinaria litigante, incluso ante el máximo tribunal, transformando el panorama legal nacional sobre todo en torno a la igualdad de género, entre otros temas.

La noche del viernes, poco después del anuncio de su fallecimiento, cientos de sus admiradores llegaron a las escalinatas frente a la Suprema Corte para rendirle homenaje con flores, canciones, lágrimas y promesas de defender sus principios y hacer cumplir sus palabras, incluidas las últimas.

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