La invasión de los terribles globos asesinos

Hugo Aboites

La potencia militar más importante del planeta mostró hace algunos días su enorme vulnerabilidad. Toda una flotilla de tres globos que pronto, en el imaginario social, fue calificada de potencialmente peligrosa, asesina, espía de China e incluso, hasta se dudó si no estaría tripulada por seres de otra galaxia (preocupante: el general interrogado optó por no contestar).

Sin embargo, la región norte del continente americano es posiblemente la más vigilada del planeta. Radares, satélites, dispositivos en tierra, estaciones militares, interceptores de comunicaciones, aviones que vigilan las 24 horas, todo porque se asume que ésta será la trayectoria de las decenas si no centenas de proyectiles intercontinentales que viajando a velocidades extraordinarias arrasarían con todo lo viviente en Norteamérica, México incluido.

A pesar de todo eso, ocurre que un enorme globo blanco, visible a simple vista desde tierra, se paseaba parsimoniosamente en ese espacio sin que el Departamento de Defensa se dé cuenta. Cruza Alaska, sobrevuela el inmenso Canadá y al llegar al estado de Montana, finalmente, eso que había estado durante días a la vista de todos, es registrado por los militares. Se le declara como un peligro potencial, pero –para no hacerlo estallar sobre zonas habitadas– se decide dejar que tranquilo llegue al Atlántico.

Vigilado de cerca por un avión espía U-2 y seguido por miles que en tierra miran hacia arriba, el objeto es finalmente derribado por un Raptor F-22, costosísimo aparato de intercepción. Otro general interrogado sobre por qué un enorme ovni había podido viajar miles de kilómetros a la vista de todos, pero no del registro militar, éste respondió con un mal disimulado embarazo: nuestros sistemas están diseñados para detectar objetos que viajen a gran velocidad y a otra altura, no globos. A pesar de que éstos vengan esparciendo ántrax o algo similar. Es decir, la debilidad de un sistema está en el diseño, en sus reglas implícitas, como que el ataque debe ser con cohetes. Si la otra parte no lo acepta, entonces el sistema puede quedar inutilizado, pese a su costo y sofisticada tecnología. El Vietcong no se adhirió a las reglas ortodoxas de la guerra, y le ganó al ejército de la primera potencia mundial. En Afganistán, pasó lo mismo. Pirro, el general que invadió la península itálica y venció siempre, perdió la vida (y con ello la guerra) cuando una indignada mujer le lanzó un ladrillo a la cabeza. Y a Napoleón, en Rusia, no lo derrotó un ejército, sino el invierno. El general Pershing viajó hasta Europa para en batalla muy formal derrotar al Kaiser, pero no mucho antes había invadido el estado de Chihuahua y fracasó, el muy informal Francisco Villa nunca fue capturado o muerto.

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