En paz con la soledad

Por Freddy Ginebra

La longevidad tiene su precio, te enfrenta a muchas despedidas que de alguna manera te van cubriendo el corazón de heridas

Hay días en que tomo más conciencia que otros de que, con los años y la partida de tantos seres queridos, me voy quedando solo. La melancolía se instala en mis adentros y la nostalgia de momentos vividos me arropa de tal manera que me sumerjo en pantanos no deseados que dificultan mi capacidad de enfrentar al mundo en que vivo. La soledad solo es buena cuando la buscamos, no cuando nos invade sin permiso, cuando así sucede es devastadora. Cuando nos sorprende afloran todas nuestras fragilidades y se tambalean nuestras fortalezas, nuestras creencias.

He tratado muchas veces de hacerla mi amiga, pero ella insiste en hacerse distante, misteriosa. La longevidad tiene su precio, te enfrenta a muchas despedidas que de alguna manera te van cubriendo el corazón de heridas que no cicatrizan con el tiempo, todo lo contrario, permanecen abiertas negándose al olvido. La vida es una fiesta, no hay dudas, pero hay momentos en que la música desaparece y hay que hacerla sonar con la memoria y los recuerdos, revivir los mejores momentos y seguirla bailando. Aprendí desde muy pequeño el recurso de archivar momentos memorables, entrañables, únicos, motivadores, llenos de amor y ternura, y cuando cesa la música los utilizo para seguir andando el camino de inusitadas sorpresas.

He hecho de la celebración un rito permanente, he acostumbrado a mi espíritu a estar en sintonía con lo intangible, con lo poético, con lo eterno. Me he reinventado miles de veces también, haciendo de esta capacidad de volver a empezar una manera de combatir los miedos y vencer los obstáculos que encuentro en mi camino. No ha sido fácil, pero desde siempre entendí que vivir no sería fácil y desde ese momento supe que el tránsito se convertiría en lucha permanente. Vivir es estar en constante movimiento, nada es estático, hasta el amor que es nuestro mayor tesoro tiene sus mutaciones. Supe de la intensidad de amar, de que cuesta, duele, avasalla, motiva, descontrola, apasiona. Amar también es otra aventura, quizás para mí la mas divina, la que más nos acerca al Creador, a su infinitud.

Cada mañana converso con mi soledad y descubro nuevos horizontes, nuevos retos, murallas por escalar, puentes por cruzar, miradas que estrenar. Cada mañana es una nueva oportunidad para crecer y convertirnos en el ser perfecto que nunca seremos, vivir entonces de la ilusión, de los espejismos que aparecen y desaparecen en un futuro presente que nos convoca a no cansarnos y de esa manera llegar a la meta que nunca sabemos donde realmente está. Vivimos con el enigma de que al final de nuestra vida está el secreto que solo se descubre cuando se pasa el umbral y se enfrenta uno con la Soledad-Presencia del Creador.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

trece − once =