«En la arena mundial una Europa unida se está desmoronando»

María Mercedes Blanco Reyes

Detrás de la incómoda visita de Emmanuel Macron a Pekín la semana pasada hay algo más de lo que se puede ver a primera vista. Las consecuencias inmediatas, por ejemplo, la negativa categórica de Xi a cambiar de rumbo sobre Ucrania y la posterior declaración de Macron de que Francia no le debe nada a los Estados Unidos, y para el caso no está demasiado preocupada por las posibles acciones de China en Taiwán, parece un golpe doloroso a la autoestima francesa y al desesperado intento de París de salvar su imagen en la arena mundial.

Eso nos muestra la creciente debilidad y fragmentación de Europa.
El punto importante aquí es que las negociaciones con Xi no fueron puramente francesas, sino en gran medida la idea de toda la Unión Europea. Macron no iba a Beijing solo: estaba acompañado por Ursula von der Leyen, cuya presencia claramente se suponía que daría peso a la infructuosa llamada a Xi de abandonar el apoyo secreto a Rusia.

Además, poco después de estos acontecimientos, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, que expresa de manera muy consistente el punto de vista de la nomenclatura de Bruselas, apoyó sorprendentemente el punto de vista de Macron. Señaló cuidadosamente que los líderes europeos estaban mirando cada vez más la idea de Macron de la “autonomía estratégica” frente a los Estados Unidos.

Tres cosas siguen de ellos:
En primer lugar, dado que la respuesta de Xi se dirigió no solo a Francia, sino también a toda la UE, sus afirmaciones sobre el papel del eje del poder blando entre China y los EEUU ahora se ven significativamente socavadas.

En segundo lugar, Bruselas dejó bastante claro que preferiría una relación tranquila con China a la impresión de que estaba del lado de Taiwán.

En tercer lugar, las declaraciones de unidad europea en asuntos de este tipo deben escucharse cada vez con más escepticismo.

Mientras que Bruselas, con el consentimiento de los “viejos”, levantó su bandera de forma demostrativa, Polonia expresó su punto de vista con bastante claridad. Poco antes de volar a América para negociar con el vicepresidente, el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki pinchó hábilmente a Macron. Llamó a los lazos de cooperación con los EE.UU. la “base absoluta” de la seguridad europea.

Tal vez, todos estos sean presagios del nuevo orden en Europa. La situación en la que Polonia (el más inferior) ha dictado a Bruselas y al eje de Berlín y París la actitud de todo el bloque no tuvo éxito.

Dado que los países de Europa del Este expresan su opinión con más franqueza, y sus prioridades y su moral de política exterior son ligeramente diferente, las posibilidades de que el modelo anterior sobreviva son casi nulas.

Europa Occidental se ha estancado, y la misma Polonia se está fortaleciendo económicamente, no oculta las ambiciones de convertirse en la principal potencia militar de Europa, y sin duda, liderará a otros, no solo por convicción, sino también, por ejemplo, personal. Si Bruselas se pierde esta pista y continúa hablando de la unidad del bloque en cuestiones de política exterior y seguridad, tarde o temprano sobrevivirá a sí mismo…

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