El desafío norcoreano, un asunto cada vez más complejo y peligroso

(EFE)

Seúl, 16 dic.- El número récord de misiles lanzados este año por Pionyang y las respuestas militares de Washington, Seúl o Tokio dibujan una situación de tensión en máximos históricos cada vez más imbricada en la carrera armamentística en todo Asia Pacífico y en la que la posibilidad de un error de cálculo va en aumento.

Se estima que Corea del Norte ha realizado este 2022 al menos 44 lanzamientos de misiles y proyectiles diversos, prácticamente el doble en comparación con los máximos que el régimen de Kim Jong-un había sumado en 2016 ó 2017, año en el que la tirantez con el expresidente de EE.UU., Donald Trump, copó portadas e hizo temer un conflicto bélico.

«Se ha normalizado el comportamiento (de Corea del Norte), nos hemos acostumbrado a él», cuenta a EFE Jenny Town, directora del programa 38 North de investigación sobre el hermético país asiático en el Stimson Center de Washington.

Town añade que el aparente desinterés actual sobre lo que acontece en la península coreana en comparación con 2017 puede responder también a la sensación de que se trata de un situación enrocada, en la que las probabilidades de lograr su resolución a corto plazo «son escasas».

Pero el caso es que Pionyang ha tenido un lustro para producir armás más efectivas y destructivas que las que andaba probando en 2017.

Ha sido un lapso en el que ha aprobado un plan de modernización armamentística que incluye desarrollar desde misiles hipersónicos a armas nucleares tácticas, mientras Pekín y Moscú han mostrado su negativa a seguir sancionando al régimen (por estimar que afectan a la población, N.R.) -incluso han pedido relajar los castigos- tras el fracaso de la cumbre de Hanói en 2019.

Cabe distinguir que durante la primera mitad del año los test han tenido que ver más con los ciclos normales de desarrollo de armamento, mientras que desde el verano, cuando Seúl y Washington comenzaron a retomar sus maniobras militares a gran escala por primera en vez en cinco años, los lanzamientos han pretendido ser una «respuesta política deliberada» a dichos ejercicios, apunta Town.

«El riesgo (de un error de cálculo) desde luego que ha aumentado», opina la experta estadounidense, que recuerda que el incremento de arsenales se está dando ahora en todo Asia Pacífico, donde la situación geopolítica ha cambiado mucho en los últimos cinco años, especialmente por la creciente asertividad de China y su rivalidad con EE.UU., un antagonismo sobre el que pivotan cada vez más el resto de conflictos regionales.

La propia Corea del Sur ha estado desarrollando y testando misiles hipersónicos o misiles balísticos lanzados desde submarinos (SLBM) e incrementado enormemente su presupuesto de defensa en los últimos años.

En ese sentido, el Gobierno del conservador Yoon Suk-yeol ha propuesto invertir 57,1 billones de wones (unos 44.000 millones de dólares) para 2023, un 32 % más que hace cinco años.

Esta tendencia también se da en Tokio, que prepara su mayor giro en su estrategia de Defensa desde la II Guerra Mundial con un aumento su presupuesto militar del 50 % para el próximo lustro, y con la adquisición por primera vez de «capacidades de contraataque» con activos como misiles hipersónicos y de largo alcance, entre otros.

Town considera que en parte estos incrementos «tienen que ver con el impulso que han tomado los desarrollos norcoreanos de armas de destrucción masiva, pero mucho de ello realmente está más allá de solo Corea del Norte y engancha con las políticas ligadas a todo el Indopacífico y a una China al alza».

La inquietud por la situación en el este de Asia está cristalizando en las encuestas, con un 76 % de los surcoreanos indicando su deseo de que el país tenga armas nucleares, y un 67 % pidiendo que sea armamento propio y no activos de EE.UU., según un sondeo realizado a finales de 2021.

Y aunque los sureños consideran al régimen norcoreano como la principal amenaza, la mayoría (el 56 %) señala que China será el factor de riesgo número uno dentro de diez años.

Un importante punto de inflexión para intentar entender los planes de Pionyang es el mencionado fracaso de 2019 en Hanói, donde Washington rechazó un acuerdo por considerar insuficiente la oferta norcoreana, algo que supuso una gran decepción para el régimen -que ya ha dicho que no renunciará nunca a su programa atómico- y un giro en su política exterior.

Desde entonces Corea del Norte ha abandonado la idea de que podría lograr garantías de seguridad por la vía del diálogo sobre desarme y se ha ido alejando del Sur y de EE.UU. -con los que ahora no mantiene ningún tipo de comunicación- para aproximarse más a países con los que comparte, como dice Town, «historia, valores o enemigos comunes», como es el caso de Rusia.

«Todo esto se enmarca a su vez en el énfasis cada vez mayor que hay en la competencia entre grandes potencias o bloques», afirma la experta.

De este modo, esa combinación de gran desconfianza norcoreana hacia los estados democráticos y de carrera armamentística regional «crea muy pocos incentivos para que Corea del Norte quiera volver a la mesa de diálogo como en 2017», concluye Town.

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