El armario de mi cuarto |cuento

Por Jesús Antonio Fernández Olmedo

En mi cuarto tenía un armario empotrado el cual hacía un ruido a veces de día y otras veces de noche. Sonidos privatizados que cantaban de noche, cuando todo el mundo dormía, un canto que empezaba y que termina molestando y despertando al mundo entero.

Oye mi canto, otras de día, pero esta vez en forma de ruido tal el fantasma de la ópera, algo críptico, que no salía del corazón sino de las vísceras. Y yo me solía asustar a veces.

No tenía norma común el armario de mi cuarto para la práctica de sus sonidos, a veces eran sonidos tradicionales, otrora de otra época , como si estuviera viendo una película muy antigua en el momento actual.

Una noche mas el armario emitía sonidos de necesidad apagada, sin fuerza, un llorar sin llorar, un lamento sin aspaviento, si, una noche más mi armario me impedía hacer lo que tengo pendiente hace mucho tiempo: dormir.

Como una política, una noche más, pimientos fritos, sonidos que se acercan a mi sentir. Redescubro ahora sí que la soledad no me asusta y ahí yo sigo caminando y avanzando.

A veces salen sonidos de trompetas del armario y cierta vida, pero pienso que todavía no, no es la hora, más adelante, veremos al cierto caminante. Se han caído las mascarillas de todas las carillas aunque las lleven puestas y el espíritu no aparece, solo barro y un hedor a huevos podridos.

No se, como será, ahora ya no sé como vamos, pero mi armario me suele seguir avisando de sonidos que salen en distintas lenguas maternas y que a veces tocan e hieren mi corazón dispuesto y solitario.

Sonidos fríos como el viento irlandés, pelo en libertad, el armario no se deja tocar, ni admirar, miedo, no se deja tocar, un potro sin domar. Un armario, el mío, caprichoso, impasible, no sé donde está. Un día lo abro , y no tenía fondo, estaba cual agujero negro, vacío, algo que no tienes, sin profundidad, como traje hueco.

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