Apostillas deductivas

Por Federico Sánchez (FS Fedor)

Apostilla 1.

Ojo avizor… ante las circunstancias de la vida…

Cómo tener ojo avizor ante las circunstancias nocivas que nos invaden a diario: un hecho perverso, una idea falsa o distorsionada a drede, una amenaza verbal o física, un escozor malicioso del menos imaginado, un sesgo propagandístico de alguien que nos promete y no cumple, etc…

Pues, sencillamente, estando alerta.
Pese a alguna valentía que pudiéramos tener, hay que tomar precauciones. Frente a una amenaza sutil y fugaz, pero posiblemente inminente, se debe estar atento, a ojos vistas de cualquier situación inesperada.

Hay que estar alerta a un movimiento descuidado de alguien y que se delate su
intención maliciosa, o por el gesto que uno sea amedrentado, con posibilidades
de ser despachado, en un santiamén, hacia el otro lado del mundo, cumpliéndose así una amenaza aún no cumplida. Un ladrido inoportuno, una brisa fuerte, una voz incisiva, convertida en bullanga amenazadora, sería motivo suficiente para permanecer activo, con la rabiza alzada del ojo izquierdo, o derecho, da igual, a fin de detectar cualquier intento impuro que surja de cualquier circunstancia. Tras una causa detectar la consecuencia posible. Prevenir antes de remediar.

La auto-observación constante de sí y de los demás hombres, mujeres y
animales que nos rodeaban, permite desarrollar un impulso instintivo de
sobrevivencia, tanto físico como emocional. A cada ruido indiscriminado, un
espanto. A cada movimiento inusual de alguien, hay que estar presto. A cada
aparición de repente de una silueta, una parada brusca, un suspenso, una pose
de observación, estar al rojo vivo hasta que todo se aclarare.

Por desgracia, lo más difícil, por no decir imposible, de una misión de alerta, es
la detención de la memoria, la paralización del pensamiento, cuando se olvida
que se debería estar en vigilia permanente, cuando se relega todo por
momento y se entrega a seguirle los pasos a los que acontece a diario, en
derredor, sin la menor suspicacia o sospecha de que pueda acontecer lo
inesperado.

Entonces, ¿cómo arreglársela para estar siempre alerta? Oh, pues yendo y
viniendo, desde el pasado al presente. Ver lo que acontece ahora, aquí,
producto del pretérito cercano. Eso nos da una visión, una perspectiva más
precisa de lo que podría ocurrir en el futuro inmediato, tomando los hechos,
causas y consecuencias que vienen acogiéndose desde un tiempo determinado. Quiero decir, advertir el futuro a través de lo acontecido en el
pasado, con ojo retrospectivo, y con lo que va ocurriendo, en consecuencia, en
el presente.

Además, siempre las ideas de sobrevivencia, inesperadas o pensadas, se
presentan impulsadas por sus expectativas de realizarse, concretizarse en
amenazas serias, verídicas, y a la vez de poder rechazarlas con poder. Poder
inteligible, analítico, deductivo. Sacar a flote ese instinto, fugaz o energético,
para vivir la vida, vivida y por vivir, es producto del carácter o la experiencia, de
tendencias constantes supervisadas, de ambición tenaz de tener que estar a la
expectativa en el porvenir, ya en una labor de realizarse como persona, ya de
alcanzar el éxito posible como ser pensante y atrevido o aterido. Como
humano. Como amante. Como padre. Como profesional. Como algo más, lo
que sea. ¿Qué significado tendría esa vida sin perseverancia tras la búsqueda
del placer? ¿De qué vale vivir sin tener un concepto de sí mismo de alta
estima, de una idea, de una solución de un problema, físico o espiritual, si no
nos desenvolvemos en una problemática constante que sirva de reto, para
esforzarnos más, para agenciarnos más una tarea, una labor, un objetivo a
conseguir, una misión; de qué vale vivir, repito, sin existir un obstáculo que nos
mueva a la acción? Aunque a veces no obramos de forma reflexiva, sino a la
loca, a la carrera, como vengan las cosas y ¨después hablamos¨. ¿De qué sirve
la experiencia si no nos enseña el camino a seguir, las medidas a tomar?
¿Cómo lograr una inteligencia útil, hábil, ágil, con una mejor destreza, una
pericia, sin una torpe decisión en un momento determinado que después nos
haga levantar los pies?

Y atomizado, tamizado mentalmente por esa ansia, o sin ansia, debemos
seguir el camino de alcanzar un objetivo, por gratuito que sea, o por
condescendencia; seguirle los pasos al placer, sobre todo con las cosas
buenas de cada ocasión, en tanto no haya peligro a la vista. Se debe ver lo que
hay que ver, y oír lo que se debe oír, siempre que sea para consumo
placentero. Y estar alerta, recio, sinérgico, con la resiliencia activa, ante la
inminencia de los peligros de la vida, aún sean fortuitos, pero sobre todo, los
percibidos desde el punto de visa de la experiencia pretérita, y con la mente en
perspectiva.

Entonces, y sólo entonces, deduzco que hay que estar ojo avizor ante las
posibles consecuencias de la vida, ante las circunstancias y sus posibilidades
de acción, de la que nos habló Ortega Gasset.…