Abinader y los cambios en su gabinete

Por Claudio Acevedo

El actual presidente de la República, Luis Abinader alcanzó el poder abrazado a la bandera y la consigna del cambio, que en relación al contexto que se pensaba y se proponía cambiar, le dio un gran impulso, influjo, validez y legitimación política.

Lo que se prometía cambiar, sin duda que ameritaba ser sustituido por algo que fuera su negacion esencial, por algo mejor, y cualquier cosa, diferente, podia tener el potencial de ser mejor que el paroxismo del colapso moral y degenerativo en que institucionalmente estábamos.

Todavía el gobierno no se ‘apea’ de una consigna que le dio buen resultado electoral, y cuyas posibilidades propagandísticas aún pueden seguir dando dividendos políticos, esto se colige de la observación de toda la publicidad oficial, donde la palabra “cambio” se usa como una especie de mantra político.

Y nada le viene mejor en estos momentos al joven mandatario que aplicar la palabra “cambio” a su tren ministerial, donde algunos incumbentes habían demostrado ser más de lo mismo, en propósitos negativos y desaseos institucionales. De modo, que salir de ellos significaba desprenderse de una mancha que podía crecer y convertirse en tumoralmente cancerosa.

El presidente Abinader parece que lo advirtió así y quiso sacudirse de algunos nombres que estaban pesando demasiado en su mochila presidencial. Previamente, unos se vieron emplazados a renunciar para salir honorablemente, anticipándose a una destitución en marcha, y otros esperaron a que el caldero se calentara con ellos adentro.

Al llegar a la medianía de su gobierno, el presidente Abinader, quiso hacer un parteaguas, marcar una línea divisoria en lo que ha sido su jefatura de Estado y lo que puede ser de ahora en adelante, a partir de una actitud rectificadora.

Con las nuevas designaciones gubernamentales crea nuevas expectativas, remoza su administración y abre un nuevo compás de espera sobre lo que hará y el rumbo que tomará. Y esto, sin duda, le da un respiro político y le quita protagonismo a la oposición, por el momento.

Es como si el gobierno quisiera decir: Júzguenme a partir de ahora, de esta segunda parte, no desde el primer tramo superado. Y podía cantar, junto con José-José: “Ya lo pasado, pasado, no me interesa”. De esta manera, se libera un poco del desgaste natural acumulado en dos años, agravado por funcionarios que no funcionaban.

En el ajedrez político nacional, el primer mandatario necesitaba mover fichas y sacrificar peones para jugar en mejores condiciones, y con el lastre que suponían y el pesado fardo que arrastraba, le resultaba incómodo moverse en ese tablero.

El amigo y empresario filántropo, Alejandro Asmar, le llamó a esto “liberación de compromisos que dejan al presidente Abinader con las manos libres para hacerlo mejor”. Y puede ser que sea así, para bien de su gobierno, y sobre todo, del país que todavía cree en que el cambio puede ser más que una palabra. Ambos estuvimos contestes en que el gobernante hizo una buena lectura de la opinión pública al obrar en la dirección de la necesidad de refrescar el aparato gubernamental.

Ahora, solo nos cabe esperar que el Gobierno vaya por más, en términos de buenos propósitos y objetivos, y que realmente esté cambiando, no simplemente de caras y de nombres, sino de esencia y de prioridades.