Las leyes de la atracción entre un hombre y una mujer

¿Qué reglas no escritas están detrás de la atracción que sentimos por el otro? Van más allá de una cara bonita.

Laura Chaparro, Muyinteresante

¿Cuál es el perfil de hombre que atrae a la mayoría de mujeres heterosexuales? En general, musculado pero sin pasarse, alto, con rasgos marcados y facciones simétricas. Y no es algo que dependa de modas o culturas: que sepamos, la atracción hacia este modelo varonil se remonta a unos cinco mil años, en el antiguo Egipto, como explica Manuel Domínguez-Rodrigo en su libro El origen de la atracción sexual humana.

¿Y qué hay del prototipo de mujer que suele preferir el sexo contrario? Lo que prima es que tenga una proporción concreta de formas entre pechos, caderas y glúteos. “La universalidad de este patrón de atracción sexual nos está indicando que los rasgos físicos que lo componen tienen un profundo significado evolutivo orientado a mejorar nuestras tasas de reproducción”, señala Domínguez-Rodrigo, que además es profesor del Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid.

El atractivo físico juega un papel fundamental, por encima incluso de la personalidad a la hora de buscar pareja. Así lo revela un estudio de la Universidad Estatal de Connecticut Oriental (EE. UU.) publicado en Evolutionary Psychological Science. Los científicos analizaron los gustos de 61 parejas de madres e hijas. Todas ellas tenían que valorar diferentes perfiles de varones pensando en ellos como futura pareja de las hijas. En lo que coincidieron fue en que el hombre tuviera un nivel mínimo de atractivo, como confirma Madeleine A. Fugère, autora principal de la investigación.

Según este trabajo, la personalidad solo empieza a ser importante si el hombre ha alcanzado un umbral mínimo de atractivo físico. Cumplido este requisito innegociable, las cualidades que más valoraron madres e hijas fueron el respeto, la honradez y la honestidad.

¿Qué rasgos tiene alguien atractivo?

Como hemos visto, hay algunas características que son universales: como torso y brazos musculados, en el caso masculino; y senos firmes, cintura estrecha y caderas notables, en el femenino. A esto se suma la simetría facial. Diferentes investigaciones han revelado que preferimos las caras simétricas a las asimétricas. En el caso del rostro femenino, un estudio de la Universidad de Borgoña (Francia) mostró que era más apetecible cuanto más simétrico fuera y se encontrara más cerca del promedio, es decir, del canon de belleza habitual. También influían ciertas características, como ojos grandes, pómulos prominentes, labios gruesos, cejas finas y una nariz y mentón pequeños.

Sin embargo, si solo nos basáramos en estas reglas universales, todos coincidiríamos en señalar como atractivas a determinadas personas, y eso es algo que no ocurre. La subjetividad también tiene su peso. De acuerdo con una investigación publicada en Current Biology, las preferencias estéticas hacia los rostros coinciden en un 50 % de los casos. Para averiguar a qué se debían estas diferencias, los científicos estudiaron los gustos de 547 parejas de gemelos idénticos y de 214 no idénticos, que tenían que calificar el atractivo de doscientas caras. Los resultados mostraron que el entorno tenía mucho mayor peso que los genes a la hora de valorar la belleza, es decir, que lo que más influía eran las experiencias particulares que cada hermano había vivido, y en ellas incluían a sus amigos, el entorno o la primera relación amorosa.

 

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