En pleno Siglo XXl continúa la mutilación genital femenina en Colombia

Este 2018, la eliminación de la mutilación genital femenina continúa siendo una problemática de las mujeres en la etnia Embera de Colombia. La práctica importada por una migración de esclavos procedentes de Malí desde la época de la colonia, fue impulsada hasta nuestros días por monjas católicas que incitaban a las parteras en nombre de Dios.

Las mujeres embera y las organizaciones indígenas colombianas reviven por estas fechas el debate entre multiculturalismo y los derechos humanos que subyacen tras la ablación del clítoris en sus comunidades. Esta práctica llegó a América como una costumbre más de los esclavos africanos, pero sólo las monjas católicas vieron los cielos abiertos.

«Fueron ellas quienes incitaron a que se continuara realizando», afirmó a Sputnik Dayana Domicó, embera y coordinadora nacional de juventud de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).

La ablación del clítoris está considerada por Naciones Unidas como una violación de los derechos humanos de las mujeres y las niñas, por lo que desde 2012 su Asamblea exhortó a la sociedad civil y los Estados implicados a luchar por su eliminación mediante una resolución.

Domicó explicó que en el caso de Colombia la mutilación femenina no forma parte de la cultura embera y que persiste «por causa de los invasores de la religión, bien sea católica o evangélica y su constante modo de colonizar el pensamiento».

La mutilación del clítoris consiste en quitar de forma parcial o total de tejido de este órgano con el objetivo de eliminar el placer sexual en las mujeres, considerando razones culturales, religiosas o cualquier otro motivo no médico.

Colombia es uno de los países junto a 17 naciones africanas que tienen pendiente abandonar esta práctica, para lo cual el Fondo de Población de las Naciones Unidas estableció un límite en 2030 para su erradicación.

La ONIC ha asumido la tarea de hacer conciencia en las comunidades étnicas colombianas entre las mujeres mayores y las parteras para que la mutilación no se realice. El debate surgió en 2007 cuando medios nacionales publicaron el caso de una menor indígena de la etnia Embera Chamí que murió por la extirpación del clítoris.

Este hecho puso al descubierto una práctica que se creía propia de algunas tribus africanas. «A partir de ahí se hicieron investigaciones internas de la etnia embera y muchos mayores explicaron que no era una práctica propia del pueblo, ni cultura, y menos de la cosmovisión de pueblos indígenas», aseguró Domicó.

La cultura indígena justifica esta costumbre como el «instrumento necesario» para «garantizar» la «pureza», la fidelidad, la dominación, sujeción y sometimiento de las mujeres. A simple vista, parece, está legitimada ante la necesidad de la comunidad para que la mujer adopte un comportamiento sexual adecuado.

Colombia cuenta con 32 departamentos, de los cuales sólo en Valle del Cauca, Risaralda y el Chocó se realiza esta mutilación. La ONIC busca detener esta práctica con proyectos como que destacan el rol de la mujer y buscan hacer conciencia de la importancia de su integridad tanto física como social.
«La mujer embera no sólo es vista como la portadora que crea la vida. También se asocia a la cuidadora de las familias y del territorio, por tanto es una madre a la que se le debe cierto respeto», señaló Domicó.

​La activista recalcó que este es el motivo principal por el que hoy se cuestiona la mutilación genital femenina en estas comunidades ya que «no concuerda» con la gravedad de atentar contra la integridad física y emocional de una menor. «Hasta por ley de origen no concuerda el hecho de que se pueda atentar contra la integridad de una niña», aseguró.

La comunidad Embera supera las 300.000 personas en todo Colombia. Sus continuos desplazamientos han provocado que sus mujeres hayan sufrido históricamente abusos y atropellos tanto sexuales como físicos, y han provocado que los casos de mutilación aparecieran en las grandes ciudades como Bogotá, concluyó Domicó.

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