Endeudamiento de los estadounidenses vuelve a poner en peligro el bienestar del mundo

La deuda de los estadounidenses ha vuelto a crecer a niveles alarmantes. La situación recuerda mucho a lo sucedido en 2008, cuando la crisis hipotecaria del país provocó la caída de la economía mundial, cuyas consecuencias todavía se dejan notar.

Los datos publicados en diciembre por la Reserva Federal de EEUU (Fed) indican que solo en octubre los préstamos de consumo aumentaron unos 20.500 millones de dólares. Al final del año —de octubre de 2016 a octubre de 2017— el endeudamiento de los consumidores estadounidenses creció un 6,5% y alcanzó los 3,8 billones de dólares. Esto supone un promedio de más de 11.000 dólares por habitante, incluyendo a los menores de edad y jubilados.

Solo la deuda por las tarjetas de crédito alcanzó los 1,012 billones de dólares, una cifra muy cercana a los 1,02 billones de 2008.

«Lo más preocupante de todo esto es que, al igual que hace 10 años, crece la proporción de créditos ‘malos’, que son los préstamos ofrecidos a deudores con un historial crediticio dudoso. Es decir, son créditos cuya recuperación es obviamente problemática», explicó a Sputnik el experto económico Vladímir Ardáyev.

Eso fue precisamente lo que precedió la crisis de 2008, cuando la proporción de préstamos de alto riesgo aumentó del 8% al 20% en tan solo 2 años. Al mismo tiempo, subieron los precios de las viviendas, el mercado hipotecario se redujo y aumentó el número de desalojos provocado por los impagos. Estos y otros factores condujeron a la reducción sustancial del comercio de valores y, como resultado, estalló una crisis económica que derribó otras economías entrelazadas como si se tratara de piezas de dominó.

Perder la casa por un bitcoin

Que los estadounidenses están acostumbrados a vivir endeudados no es nada nuevo. Según la propia Fed, más del 40% de las familias gastan más de lo que ganan. Su bienestar aparente se basa en 165 millones de tarjetas de crédito activadas en EEUU anualmente. A eso se le ha sumado una nueva partida de gasto: las criptomonedas. Según atestiguó el presidente de la Asociación Norteamericana de Administradores de Valores, Joseph Borg, cada vez más estadounidenses toman préstamos para adquirir criptomonedas poniendo sus casas como fianza.

En palabras de Borg, sus compatriotas son persuadidos por las numerosas historias de los medios de comunicación en las que ciudadanos normales y corrientes se despiertan siendo millonarios. Si bien en abril de 2010 el primer lote de 1.000 bitcoins fue vendido por 0,3 centavos dólar, para diciembre de 2017 el precio por unidad ronda los 11.000 dólares. No obstante, Borg advierte: cuanto mayor es el precio de una moneda, mayor es el peligro. Todo aquel que se disponga a empeñar sus pertenencias con la esperanza de enriquecerse más tarde corre el riesgo de caer en un abismo de endeudamiento y perderlo todo.

Crisis de los tulipanes del siglo XXI

La capitalización de las criptomonedas no para de crecer. Para finales de 2017 su volumen total superó los 510.000 millones de dólares. Más de la mitad de esa suma se corresponde al bitcoin, con 276.000 millones. La capitalización del ethereum se estima en 71.100 millones, seguido por los 32.400 millones del bitcoin cash, los 22.500 millones del sistema de pagos Ripple y los 16.600 millones del litecoin.

Lo más peligroso de esta situación es que las personas gastan sus ahorros reales en una moneda virtual que no es respaldada con nada más que la aceptación, o no, de su contraparte, subraya el presidente del Centro de Comunicaciones Estratégicas, Dmitri Abzalov.

«Las criptomonedas se comportan en la bolsa como ninguna otra moneda. Su volatilidad es extremadamente alta. El mismo bitcoin puede perder el 20% de su valor y durante unos meses subir hasta un nuevo nivel. Al adquirir monedas virtuales con divisas reales las personas se arriesgan a perder todo su dinero ‘real'», advierte Abzalov.

Según sus palabras, el crecimiento desequilibrado de la capitalización de las criptomonedas recuerda a la tristemente conocida crisis de los tulipanes que acabó con la hegemonía neerlandesa del siglo XVII. En medio de una euforia especulativa, los precios de los bulbos de tulipán alcanzaron niveles desorbitados, lo que dio lugar a una gigantesca burbuja económica que derrumbó los mercados de Europa y puso fin a la llamada Edad de Oro de los Países Bajos.

Algo similar, pero esta vez a nivel global, puede repetirse con las criptomonedas si las instituciones financieras también se dejan contagiar por la euforia. La Bolsa de Chicago ya ha habilitado operaciones para la compraventa de contratos de futuro en bitcoins. Los bancos de Japón y Corea del Sur, por su parte, contemplan comenzar a utilizar el sistema de pagos Ripple.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

20 − 14 =