La Tercera Guerra Mundial empezaría en el Báltico

Por Raúl Zibechi

Cada vez más, analistas occidentales condenan la subordinación europea a Washington. El Laboratorio Europeo de Anticipación Politica (LEAP), centro de pensamiento estratégico francés, alerta de que los errores de la OTAN pueden desencadenar una guerra mundial por un «mínimo incidente», que podría provocarse en torno a la región de Kaliningrado.

El LEAP es un ‘think tank’ creado en 1997 con un claro cuño europeísta, y se define a sí mismo como el primer grupo europeo de anticipación política, independiente de todo gobierno. El equipo fundador consideraba, ya en la década de 1990, que el proyecto de construcción europea se dirigía a un callejón sin salida por falta de una visión de largo plazo.

 El LEAP publica un boletín mensual (GEAB por sus siglas en inglés) en seis idiomas europeos. El boletín de setiembre comienza señalando que «más de tres años después de la catástrofe euro-rusa en torno a Ucrania, no hay esperanzas de salir de la crisis». Lo más interesante es que atribuye la crisis en el Báltico a dos razones que nos suenan familiares.

La primera es el error de haber integrado a los países bálticos, tanto en la UE como en la OTAN. Lo dice de una manera directa al señalar que fue eso lo que «aumentó inevitablemente las tensiones con Rusia». En esa misma dirección, asegura que «la negativa europea a una asociación económica trilateral con Ucrania (UE, Ucrania y Rusia) fue un craso error histórico que provocó inevitablemente la división de Ucrania y la anexión de Crimea por Rusia».

La segunda razón, que está en el fondo de esta sucesión de «errores», es la dependencia europea de EEUU. El GEAB lo dice de una manera casi brutal:

«La UE no puede más que llorar ante su debilidad estratégica, el endurecimiento del yugo al que está sometida por la OTAN y EEUU, y la desintegración de su flanco oriental».

La situación en la región de Báltico es tan volátil, sostiene el GEAB, que puede desencadenarse una hecatombe, simplemente por una pequeña provocación de un avión estadounidense que vuela demasiado cerca de territorio ruso, por poner apenas un ejemplo. La OTAN se propone estrangular Kaliningrado, un territorio aislado de Rusia y distante sesenta kilómetros de Bielorrusia, aliada de Moscú.Este tipo de análisis enseña algunas cuestiones que vale profundizar.

La primera es que el LEAP no es, en absoluto, un aliado de Rusia, ni un centro pro-ruso, sino un espacio de reflexión europeísta. O sea, que sus conclusiones son una mirada centrada exclusivamente en los intereses europeos que pasan, inexorablemente, por cortar amarras con EEUU y establecer relaciones de confianza con Rusia. Hoy esta actitud de independencia es tachada de «injerencia rusa» por los medios estadounidenses.

La segunda es que cada vez son más los analistas y centros de estudio que estiman que una guerra mundial es probable y que esa responsabilidad recae sobre los núcleos de poder de los EEUU, como el sistema financiero, el Pentágono y ese entramado de intereses que se ha dado en llamar como neo-conservadores.En este sentido, la debilidad europea no es algo intrínseco a la Unión, sino que fue provocada por la política de los neo-conservadores. Saben que la UE está condenada a entenderse con Rusia y a establecer una sólida alianza comercial y financiera con China, algo que sólo puede contrarrestarse con la amenaza de guerra que paraliza a los europeos como ya sucedió durante la crisis ucraniana.

«Hoy en día, los estadounidenses ya no sueltan a los europeos, a los que prohíben todo tipo de intercambio con Rusia», sostiene el GEAB, en referencia al boicot a los gasoductos rusos para abastecer a Europa.

La tercera es que pese a la gritería mediática occidental, las cosas se van decantando y asentando con el paso del tiempo. Las voces que sugieren que la comunidad internacional acepte que Crimea forma parte de Rusia, crecen lentamente y se va conformando un sentido común en esa dirección. El gobierno de Petró Poroshenko (surgido de la crisis amañada en torno al Euromaidan) resultó un fiasco y todo indica que las cosas empiezan a cambiar en Kiev, donde los políticos más populares son partidarios de acuerdos con Moscú.

Sucede que los grandes reacomodos estratégicos pueden ser frenados por unos años, pero a la larga terminan por imponerse. Cada vez son más los países europeos que buscan destrabar las relaciones con Rusia, por puro pragmatismo europeísta. Cuando Washington quiere imponer a la fuerza sus intereses sin negociarlos, termina sufriendo un efecto contrario al deseado, como está sucediendo con Turquía.

La cuarta cuestión son las relaciones estratégicas entre Rusia y China. El reciente Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) mostró que la alianza no es una cuestión táctica que pueda disolverse fácilmente. Más importante aún son los ejercicios militares conjuntos Cooperación Marítima 2017, realizados en Kaliningrado en julio de este año y continuados en el mar de Japón en setiembre.

EEUU creía que la alianza se disolvería si presionaba lo suficiente, pero la actitud belicosa no ha hecho más que fortalecerla. En los próximos años, es posible que a la actual cooperación ruso-china en Eurasia, se sume una cumbre Unión Europea-Eurasia, como propone el LEAP, para la cooperación en materia de seguridad. Cumbre que podría sumar un acuerdo sobre Crimea y Ucrania, la asociación energética postergada y hasta «una negociación trilateral sobre el futuro de los Balcanes».

Todo lo anterior sólo es posible si los gobiernos europeos deciden jugarse por su continente, o sea por una Europa independiente y no tutelada por la OTAN y Estados Unidos. En un escenario optimista, ese giro podría frenar la actual escalada de guerra. En uno pesimista, sería la consecuencia de una indeseable confrontación. En cualquier caso, la alianza entre Europa y Rusia-China es sólo cuestión de tiempo.

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