«Nos comimos todos los gatos y perros»: confiesa mujer rusa sobre el bloqueo de ciudad siria

Irina Asaf nació en Kostromá, Rusia central, y a principios de los años 90 se trasladó a Deir Ezzor, en aquel entonces, una ciudad floreciente. En una entrevista a Sputnik ha relatado detalles de los meses del bloqueo en la ciudad siria y de su complicado y peligroso destino.

Deir Ezzor es una gran ciudad en el este de Siria, el centro administrativo de una de las provincias del país, situada en el río Éufrates. Desde el verano de 2014 ha estado bloqueada por los combatientes de Daesh —grupo terrorista prohibido en Rusia—. Últimamente, el bloqueo de tres años se ha interrumpido y han llegado a la ciudad las primeras caravanas humanitarias, aunque los terroristas todavía están en las afueras de la ciudad.

«La gente moría a causa de los bombardeos, el hambre, especialmente los niños y los ancianos. Todos los gatos y perros desaparecieron en la ciudad, nos los comimos. En Deir Ezzor hace mucho calor y sequedad en el verano y la gente se moría de sed. El río está cerca, se puede traer agua, pero las orillas están bombardeadas por yihadistas que no lo permiten», así describe Irina Asaf la terrible vida cotidiana en Deir Ezzor.

Irina recuerda un incidente cuando la llamaron para ayudar a un hombre herido que había sufrido un ametrallamiento. En la ciudad faltaban médicos y los propios residentes tenían que ayudarse entre sí. Irina tenía fama de ser una persona con formación superior, con el grado de bióloga de la antigua URSS.

«Cuando llegué estaba todo muy oscuro, no había electricidad. Examiné la herida bajo la tenue luz de una vela. La herida era profunda y cuando empecé a tratarla me di cuenta de que solo un cirujano, e incluso una amputación, podrían resolver el problema. Y lo mandé al hospital», cuenta Irina.

El pobre anciano no tuvo suerte: en aquellos días, en los hospitales de Deir Ezzor había demasiados soldados heridos y no había ayuda médica suficiente. Unos días más tarde, el hombre murió de gangrena.

La familia de Irina tuvo más suerte al lograr escaparse de la ciudad sitiada. Entonces el bloqueo apenas estaba comenzando y era posible salir.

La familia Asaf salió con el último convoy. Se llevaron solo las cosas más necesarias que entraron en el vehículo. Tenían que pasar por cinco puestos de control de Daesh antes de salir. Irina y su hija de 18 años se envolvieron en yihabs para no causar irritación a los islamistas.Salir o no salir de la ciudad era entonces una cuestión de suerte. Los yihadistas podían tomar cualquier cosa como ofensa y no dejar pasar.
Los combatientes de Daesh en los puestos de control asombraron a Irina. «Había muchos extranjeros, similares a afganos, paquistaníes. Y sus miradas parecían de otro mundo. Además, estaban muy sucios», recuerda Irina.

Según cuenta, hubo un momento en el que estuvieron a punto de fracasar en el intento, ya que uno de los yihadistas encontró una copia de su pasaporte ruso entre los documentos. Ser rusa representaba un peligro aún más grave que si fuera siria. Sin embargo, el terrorista no pudo entender lo que estaba escrito en el documento y la dejó pasar.

La familia de Irina logró llegar al este de Siria, a zonas seguras. Ahora viven con unos amigos en un pequeño pueblo cerca de Latakia. Su marido Ibrahim trabaja de profesor e Irina da clases particulares de ruso y biología.

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