La marcha de la economía estadunidense: la última

Nada más entre el segundo trimestre de 2007 y el último de 2009. Sólo 30 meses. Nunca antes tan acelerado el proceso de expulsión de trabajadores del ejército activo. ¡Nunca! Ni siquiera entre mediados de 1979 y finales de 1983. La aguda crisis de rentabilidad mandó al desempleo a 6 millones de personas. Crecieron los desocupados. De 6 millones en el primer trimestre de 1979 (5.6 de tasa de desempleo) a poco más de 12 millones a finales de 1983 (10.8 como tasa de desempleo). Y en 12 meses más que los 30 de la crisis reciente. Total de 42 meses. Por cierto, en 1983 se alcanzó la tasa de desempleo más alta de la historia de la economía vecina. Un punto superior a la actual de 9.9 por ciento. Aunque la de hoy –sin duda– representa un volumen mayor de desempleados. Pero no olvidemos que del inicio de los 80 al inicio de este 2017 (37 años) ha habido dos crisis laborales más. Una entre mediados de 1989 y mediados y finales de 1992. Y otra de mediados de 2000 a finales de 2003. En el primer caso en 30 meses la tasa de desempleo se elevó de 5.2 a 7.8 por ciento. Y en el segundo en casi 36 meses subió de 4 a 6 por ciento.

Lo sorprendente de la crisis reciente es la acelerada elevación al doble. Y en sólo 30 meses. Récord de tiempo para destruir empleos. Arroja resultados similares el análisis de la tasa de desempleo que integra los trabajadores que pese a tener una ocupación, buscan otra. Sea por razones salariales o de jornada laboral incompleta. Aunque –evidentemente– volúmenes mayores de personas con inestabilidad laboral. Sólo mencionaré que entre 2007 y 2010 esa tasa (de presión laboral la llaman) se elevó en más del doble. De cerca de 7.5 a 18 por ciento. E involucró a no menos de 13 millones de personas, cuya situación laboral empeoró con la crisis. Son características de ésta y de todas las economías del mundo. Ni hablar.

No obstante, hasta en la crisis hay diferenciación. A este respecto el análisis detallado de especialistas en empleo y ocupación muestra esa diferenciación. ¿Los más afectados? En orden de afectación sobresalen los jóvenes, los trabajadores de color y los de origen latino. A más de las trabajadoras femeninas. En orden de pérdida de participación en el empleo. Baja absoluta, pero también relativa. ¿Qué tipo de empleos se destruye y qué tipo se crea? Algunos de esos especialistas indican que muchos de los empleos perdidos son más formales.

Y que casi 8 millones de nuevos empleos creados entre finales de 2009 y finales de 2016 –que, por lo demás, no reponen todos los anteriores– se distinguen por su carácter precario. ¿Cómo identificarlo? En la visión económica-social reciente se denomina trabajo precario o precariedad en el trabajo a las actividades laborales en las que se rompen las características tradicionales del empleo de la Posguerra. Cuatro básicas: 1) seguridad y estabilidad (contratación indefinida); 2) jornada de tiempo completo (diario y anual); 3) prestaciones tradicionales (salario fijo, seguridad social, aguinaldo, fondo de ahorro, fondo de previsión, fondo de vivienda, prima vacacional, reparto de utilidades, fondo de pensiones, entre otras); 4) supervisión y dirección del trabajo.

Una búsqueda de especialistas y de documentos sobre esta temática permite descubrir un debate en el que han participado estudiosos del trabajo, como Antonio Negri, Guy Standing, Silvia Federici, Paolo Virno, Michael Hardt, Evert-jan Quack, Annemari van de Jisel, G. Rodgers. Muchos más. Y para el caso específico de Estados Unidos se descubren documentos y debates de especialistas como Arne L. Kalleberg, Ted Mouw, Brian Serafini, Chris Tilly y otros. Para Negri, por ejemplo, la precariedad laboral alude ante todo a una forma de salario y a “un trabajador esencialmente móvil, flexible, que ya no está ligado a un espacio determinado, como tampoco a una estructura temporal específica, la jornada laboral de ocho horas.

“Desde el punto de vista salarial, al trabajador-masa lo llamábamos fordista; a este trabajador flexible lo llamamos precario. Inseguridad y bajos salarios son dos características –dicen ellos– del empleo precario. Y relaciones laborales crecientemente discontinuas, introducción del tiempo flexible y paulatina fragmentación de la experiencia laboral, aseguran. Concluyo esta breve nota de este aspecto tan importante con dos datos sobre la situación reciente en Estados Undios. Entre los primeros trimestres de 2008 y de 2010 el número de trabajadores de tiempo completo se redujo en cerca de 10 millones. Y el de tiempo parcial se incrementó en 3 millones. Como resultado de esto, el peso de los trabajadores de tiempo parcial en el total alcanzó su máximo histórico: 20.1 por ciento, tres puntos porcentuales más que la participación registrada a finales de 2007, 17 por ciento. Esta participación, por cierto, es similarmente mayor en tres puntos porcentuales de la registrada en Estados Unidos al inicio de los 60. Entonces los trabajadores de tiempo parcial apenas representaban entre 13 y 14 por ciento del total de ocupados.

De esos años para acá –y sin duda, como en casi todos los casos, con altas y bajas– el peso del trabajo de tiempo parcial tiende a ser mayor. Hoy representa 18 por ciento del total. El otro dato. La evolución del ingreso de los trabajadores de tiempo parcial, cerca de 28 millones de trabajadores desde hace seis o siete años. Su ingreso medio ha sido un tanto cíclico, aunque básicamente descendente en términos reales desde 2000.

No obstante, los datos oficiales más recientes muestran una ligera recuperación en los últimos dos años. Muy ligera. Y sin embargo su relación con el ingreso de los relativamente menos trabajadores de tiempo completo tiende a ser menor. Sin duda.

NB: Siempre en la memoria la brillante especialista de ocupación y empleo Teresa Rendón Gan. Mucho… mucho se le extraña. De veras.

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